En un reciente y encendido mensaje, la presidenta Dina Boluarte se pronunció sobre la nueva paralización y movilización de transportistas en Lima y Callao.
Este evento contó con el cierre casi unánime de los principales mercados de ambas localidades y el respaldo de un amplio sector de la ciudadanía, incluidos aquellos “de a pie” que, a pesar de verse afectados por la falta de transporte público, apoyaron las protestas. No obstante, la presidenta declaró que los reclamos “no tienen agenda social”.
Tal vez no se enteró que la plataforma unitaria de la paralización era reclamar acciones concretas (y no medidas) contra las numerosas muertes a manos de sicarios por no haber pagado los cupos que imponen las organizaciones criminales; el pago de cupos (con cuotas de inscripción y pagos diarios) a empresarios de otros rubros distintos del transporte, bodegas, farmacias, peluquerías; y, hasta emolienteros.

Tampoco se enteró que, esa plataforma, incluye la exigencia de la derogatoria de la Ley , que favorece a la criminalidad organizada, dentro de la que ya están favoreciendose, no solo un abogado mediático invitado por el Congreso de la Republica para disertar sobre “los beneficios” de esa norma; y, hasta los mismos parlamentarios que, con su voto, la aprobaron, no obstante el notorio conflicto de intereses que existía; y, que la Comision Fetida, porque el termino Ética, solo puede reputarse como una usurpación de nombre, en relación a lo que hacen).
Tal vez, preferiría usen como agenda social “el gato ron ron”; o, la mención a ” Chucky y su novia” que, algunos mal pensados, podrían relacionar al Wayky, aparentemente, caído momentáneamente en desgracia.

Después de esta descalificación de las protestas y la amenaza de aplicar “todo el peso de la ley” —recordando que en este gobierno se ha aplicado una ley no escrita de “sangre y fuego”—, la presidenta hizo un llamado a un diálogo fraternal, dirigiéndose a los ciudadanos como “hermanos y hermanas”. Sin embargo, muchos temen que este diálogo no resulte en soluciones reales para el país ni en una lucha efectiva contra la corrupción y el crimen organizado.
Ante ésto, cabría concluir con una invocación respetuosa, pero igualmente enérgica: No juegue con fuego doña Dina, no vaya a ser que resulte quemada.