Nuestro Nobel de Literatura retorna al bar que le inspiró Conversación en la Catedral en 1963.
“Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas merodean entre los vehículos detenidos por el semáforo de Wilson voceando los diarios de la tarde y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena”. Así comienza la tercera novela del gran Mario Vargas Llosa “Conversación en la Catedral” y, a sus 88 años, decidió darse una vuelta por el famoso bar.
Su hijo, Álvaro, lo acompaña y publica las fotos del paseo. Don Mario está regresando sobre sus pasos. En esta salida Álvaro comparte dos fotos: una en blanco y negro con el letrero Bar La Catedral y el novelista, cigarro en mano, mira desafiante el lente; en la otra, Mario Vargas Llosa tiene mirada de despedida, bastón en mano, y el bar que se muestra viejo, en desuso, en venta y con todos los años encima. La avenida limeña Alfonso Ugarte discurre bulliciosa con un privilegio que no merece.
“55 después, retorno al (ex) bar ‘La Catedral’, en busca de los fantasmas de Zavalita y el zambo Ambrosio”, comentó Álvaro Vargas Llosa en sus redes sociales. “Cuando estoy en Lima con mi padre, solemos hacer paseos discretos a algunos escenarios emblemáticos de sus novelas. ‘Discretos’ quiere decir que buscamos el lugar y el momento en que no haya gente o haya la menor cantidad posible para evitarle el tremendo aturdimiento que le produce que se aglomeren a su alrededor personas cariñosas -pero no demasiado conscientes de su avanzada edad- y le piden hacerse fotos o firmar autógrafos”, comentó Álvaro a El País de España. Pero no dijo nada si encontraron a Zavalita o no.