¿LOS GATOS (O RATAS) DE DESPENSEROS?
Como un nuevo acto de esta tragicomedia que protagonizan los socios (o casitas) crimino-políticos, representados por el Ejecutivo (de la doña de un dígito de aprobación) y la mayoría congresal (también con mínima aprobación), bajo el pomposo nombre de “Ley para optimizar la democracia representativa y luchar contra la corrupción en las organizaciones políticas”, se promulgó la norma que le quita responsabilidad penal a las organizaciones políticas que se crearon y siguen funcionando para cometer actos delictivos; y le quita al Ministerio Público la facultad de poder solicitar su disolución.
Coincidentemente (aunque ya sabemos que en política y en criminalidad no hay coincidencias), los mentores y aprobadores de esta Ley provienen de las (dizque) organizaciones políticas cuestionadas porque sus dirigentes (o, más propiamente dicho, cabecillas) están cuestionados o investigados por una variopinta de delitos, desde mochar sueldos, propiciar contratos a cambio de coimas, lavado de dinero, entre tantos otros.
¿Es que creen que una Ley puede borrar la percepción que tiene la mayoría ciudadana de sus conductas?
¿Hasta cuándo tendremos que seguir soportándolos?
¿Hasta cuándo seguirán en sus cómodos despachos gozando de todos los privilegios económicos y de poder?
¿Cuándo la justicia podrá cambiarles esas cómodas locaciones por las que les corresponderán en Piedras Gordas y Santa Mónica?
La paciencia y la tolerancia no son eternas; y, más temprano que tarde, les llegará la hora.